sábado, 19 de abril de 2014

Pietà


«Es una obra a la que ningún artífice excelente podrá añadir nada en dibujo, ni en gracia, ni, por mucho que se fatigue, en poder de finura, tersura y cincelado del mármol.»
Giorgio Vasari.
Arquitecto, pintor y escritor renacentista italiano.

La Piedad del Vaticano o Pietà Grupo escultórico en mármol realizado por Miguel Ángel entre 1498 y 1499. Sus dimensiones son 174 por 195 cm. Se encuentra en la Basílica de San Pedro del Vaticano.

El Material: Miguel Ángel eligió él mismo el bloque de mármol blanco que iba a usar de las canteras de los Alpes Apuanos de la Toscana. El bloque tenía que ser el correcto, ya que la escultura está realizada con uno sólo, no varios unidos. El mármol es para el artista florentino el más noble de los materiales y el más dúctil para extraer las formas humanas.

La Virgen: El rostro de la Virgen es el de una niña, joven y pura, eternamente virgen. Miguel Ángel es consciente de que la diferencia de edad entre el Cristo muerto y su madre es muy evidente. Lo que pretende hacer no es un retrato realista, sino idealizar la figura de la Virgen llena de pureza y juventud. La madre ofrece, a su vez, en un gesto de generosidad que se plasma en su brazo extendido, el sacrificio de su hijo, redentor de la humanidad. La serenidad del rostro y su belleza infantil la convierten en un arquetipo idealizado.

Jesús: Miguel Ángel nos presenta el cuerpo de Cristo muerto, pero sin rastros de sangre ni dolor. Se retoma la idea del retrato idealizado, no se pretende un retrato realista del dolor. No obstante, una mirada atenta descubrirá la herida en el costado y los estigmas de la pasión en manos y pies. La imagen es, en consecuencia, un prodigio de serena aceptación ante la muerte y un poderoso estudio anatómico en reposo.

La Composición: En el Renacimiento, el arte estaba supeditado en gran medida a las formas geométricas, como esenciales y puras. Aquí, la composición se engloba en un triángulo desde la cabeza de la Virgen hasta la base más ancha del conjunto. No hay que olvidar la relación entre el triángulo y la divinidad. Ni tampoco que ésta figura expresa mejor que cualquier otra la idea de equilibrio y perfección que anima tanto el arte clásico como el renacentista.

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